domingo, 15 de abril de 2007

Manuscrito hallado en Londres
a R.K.B. y L.G.P.

Cuando en 2001 llegué a Londres, no tenía idea de donde podía encontrar un albergue barato. Alguien me dijo que había una oficina en la estación Victoria en la que se conseguían lugares así. Ahí me reservaron una habitación en un lugar llamado Wansbeck Gardens, que no resultó del todo barato, pero sin más opciones, me alojé allí durante la semana en la que estuve en la ciudad.
A la intensidad que supone recorrer una ciudad tan vasta contando con un tiempo limitado le sumé la lectura de El proceso. Durante esa semana en la que no llovió ni vi el sol, dediqué las mañanas y las estiradas tardes a fatigar mis pasos a través de la ciudad. En las noches leía a Kafka.
La habitación de Wansbeck Gardens era antigua, en el primer piso del edificio; me gustaba su austeridad.
Una noche terminé un capítulo que me abrió al insomnio a pesar del cansancio físico. Miré por la ventana la calle angosta y oscura detrás del museo británico y cerca de la estación Holborn. Abrí el armario; revisé mi ropa. Me llamó la atención que el piso de madera no crujiera. Caminé franja por franja de madera la habitación de lado a lado, poniendo un pie delante de otro, como jugando al pan y queso. En un rincón entre el armario y la pared la plancha de madera no sólo crujió sino que también se resquebrajó. Me tropecé sobresaltado. Luego vi que había un hueco rectangular de unos veinte centímetros de profundidad en la unión de la pared, el armario y el piso.
Saqué del hueco un cuaderno roto. Tenía unas pocas hojas y la tapa de atrás. El lado externo de la tapa es blanco y el lado interno está cubierto por un dibujo compuesto de rayas verdes. Las rayas aluden a un paisaje me parece, aunque son tan caprichosas como la forma de las nubes. Las hojas están escritas por una letra chica y nerviosa, tiene muchas tachaduras, flechas y marcas.
Esa noche intenté en vano leerlo, nervioso como estaba. Lo guardé en mi bolso. De vuelta a Buenos Aires lo dejé junto a unos mapas de las calles y del subte de Londres y durante años no lo volví a tocar.
Hace unos meses me rompí un tobillo y estuve en reposo unos cuantos días. Para entretener en la obligada reclusión hogareña de los primeros días, revisé un placard que ya no uso y en el que hay demasiadas y muy diversas cosas. En un cajón encontré los papeles de Londres, incluido el cuaderno. Paciente, me dediqué a descifrarlo y luego a traducirlo.
Con las deficiencias de mi inexperiencia en traducciones, he aquí el resultado:

“(...) tampoco tenía cejas. Igual apenas vi los ojos violetas lo reconocí. Varias veces me había quedado tonto mirando esos ojos en UFO, en el Marquee. Estaba sentado solo, en la vereda de Wetherby. Por eso decía de Tim. Es que con él habíamos salido hacía un rato del concierto de Leonard Cohen en el Albert Hall. Yo seguía saboreando “Suzanne”. Tim se iba a encontrar con unos chicos en el Soho que a mí no me caían bien. Había un soldadito con el que me cagué a trompadas y otros... Bueno, yo subí para Gloucester y el siguió rumbo a Kensington. Me acuerdo que yo me di vuelta a la media cuadra y vi su espalda alejándose. A veces me doy vuelta yo. La cosa es que a unas cuadras estaba Wetherby y la verdad es que desde que el loco se fue del mundo a vivir ahí, siempre tuve algo de curiosidad por verlo. Yo era más chico (no pongo “era chico” porque siempre lo seré, espero), y la piel se me curtía con el asombro de los encuentros. Fui por eso para ese lado pero no pensé mucho en verlo, más bien me entretuve mirando nubes y culos. La cosa es que el tipo estaba ahí, pelado. Me agarró por sorpresa: pensé que iba a reconocerlo por los pelos, pero no, fue por los ojos. Lo miré a los ojos, saqué chocolate del bolsillo y le ofrecí. Me dijo “o.k.” y me senté a su lado. Estuvimos callados un buen rato... yo me empecé a imaginar que es lo que él estaría pensando. Y en eso se me fue formando un remolino mental. De a poco, la gente que pasaba lo iba haciendo cada vez más despacio. Si alguien me miraba, ya no podía distinguirlo de un camello por ejemplo. Había tomado una cerveza antes del concierto, nada más. Bueno, ese remolino me asombró, me remontó. Y, digamos que soñé despierto o algo parecido que no puedo ni quiero definir. Estuve en un lugar demasiado enorme como para ser real. Quiero decir, era real para mí, porque lo estaba viendo y más... lo percibía de un modo distinto al que percibo la realidad, pero el modo era muy real. No intentaré describirlo, porque necesitaría aprender el lenguaje de ese lugar supongo. Tendría que decir, por ejemplo, que era de día y de noche al mismo tiempo, pero eso no era una contradicción. Que no lo describa no significa que no era un lugar preciso. Podría reconocerlo. Ah, y ese estado en el que... ese remolino no tiene nada que ver con los viajes de las drogas. Entonces yo estaba así y no sé si pasó tiempo ó no, pero el tipo me empezó a hablar y lo que me decía no me llegaba como palabras. Fue como una nave espacial que llegó al lugar en donde estaba. Si, como una nave espacial. Lo vi grande, enorme... y blanco. Su voz atravesó kalpas. Vino de muy muy lejos. Me envolvió, me atrajo, dejó como una estela hecha de estrellas en el camino. Yo sacudiéndome, arriba, abajo, arriba, abajo... su voz me tomó como una estrella fugaz y me sentó de nuevo en la vereda de Wetherby Mansions. Ya entendía lo que me decía. Hablaba sobre unos pantalones que se había comprado. Dijo que entró a la tienda y empezó a probarse pantalones y como todos le iban quedando bien, se compró tres , entonces la vendedora se puso nerviosa porque le decía que los tres pantalones eran de distinto talle cada uno y que no podían entrarle los tres y que no iba a aceptar devoluciones o algo así, entonces el encargado le habló y él pudo llevarse los pantalones. Yo lo escuchaba bastante aturdido pero atento. Él giró su cabeza y me miró de frente, a los ojos. Me sentí cansado, supe que mi cara decía que estaba cansado. Sonreí brevemente. Él me agradeció por el rico chocolate, me saludó con la mano, se levantó y entró a un edificio, levantándose los pantalones. Yo me quedé un rato más ahí sentado, después fui hacia el Hyde Park a desintegrarme en Oxford Street. Bueno, pasaron unos cuantos años de eso, si. Cada tanto lo recordaba, pero no creo habérselo contado a nadie. También lo recordé en los días blancos del hospital. Lo recordaba en un sueño quieto. Y en la respiración cansada, ansiosa de heroína. A veces creí que a través de la heroína intentaba llegar a ese... sueño. Pero no, yo sabía que había llegado a eso sin buscarlo. Sin embargo algunas veces me angustiaba ese recuerdo, así que empecé a intentar recordarlo como un sueño, y simplemente en esa manera. Además, después de la acuosa ola de homenajes y loas a su sombra, la mitad de los vagos de Londres iban a venir a decirte que se habían cruzado con el tipo y que habían tenido una charla interesante con él. Nuestro encuentro fue íntimo como un sueño. Yo tenía 19 años en esos primero días de la primavera del ´73, me esforzaba por merecer lo mágico y sabía que los dones hay que aceptarlos discretamente. Luego pasaron tantas cosas... Ahora escribo esto por lo de Tim. Esta idea de viajar muy lejos, más lejos que la heroína, de alguna forma hizo que me conectara con las sensaciones que viví en aquel encuentro.”

No hay comentarios: