martes, 19 de mayo de 2009

Movimiento

Estos acrílicos están buenos, me gustan, me dan ganas de pintar, me gusta el azul, me llama. Voy a pintar el mar. Hace cuánto no voy al mar, no me tiene que pasar eso en la vida. Ahí el azul, el violeta, blanco, negro, amarillo, rojo poco, naranja verde para qué. Dos años. ¿Marrón? Voy a poner música. No. Qué despacio puedo hacerlo. Ayer volvíamos a 200 por la ruta 20.
Ayer todo fue rápido menos levantarme y desayunar con la nona y mamá que sí se iba rápido y Clau que ya se había ido, pero con la nona desayunamos tranquilas y miramos la tele un rato hasta que llamo él. Apenas un borde de plaza de costado. Ir porque los padres no van, bueno, está bien la casa es linda y tiene una linda vista de Carlos Paz y él quería ir en la Transalp que se compró el otro día. Apenas el cielo un poco, con un tinte rojo de cielo de las 8 de la mañana. Todo muy rápido, un día porque hoy si van los padres. A Clau no le gusta o creo que no le gusta. Ella elige estudiar eso y ganar su plata como la gana, no me tendría que juzgar. Y decir que es un creído porque es del Urca ya sabemos que no tiene nada que ver. ¿Y nosotros acá en barrio San Martín que somos? Andrés no era del Urca y yo no decía nada de su Clio nuevo y de sus invitaciones al restaurant del padre. Me gusta pintar las olas. Si, marrón salitre. Que lindo, la nona está haciendo ravioles.
El vértigo de las olas es diferente al de ayer que íbamos a 200 a Carlos Paz y yo cerraba los ojos y sólo quería llegar o morirme. Y lo había esperado en el parque contando las cotorras que había en una araucaria. ¿Hago gaviotas? Pará. Primero el cielo rugoso, como una hora antes de una tormenta. Ah, como los cuervos de Van Gogh pero grises. Gaviotas en V. Mezcla blanco y negro. Mezclar, coger. Va rápido como en la moto. Una explosión, una serie de espasmos, un resplandor con cosquillas en la panza. Yo empiezo haciéndole frente y después me entrego, dejo que me envuelva, me arrastre, me lleve y ya estamos otra vez en la ruta volviendo y yo lo abrazo, apoyo la mejilla en su espalda y cierro los ojos, quieta. Apenas salí un minutito al parque y a la vista del lago, pero él me llevó a la pieza apenas salió del baño. Yo sé que me hubiera quedado horas, pero pintar también es arreglárselas para cazar al vuelo del instante. Estas olas nunca dejaron de moverse. Pero estas olas no son él. Ni estas gaviotas. ¿Hombres-olas? ¿Hombres-gaviotas? Hombres-hormigas, hombres-nubes, hombres-hipopótamos, hombres-caballos, hombres-mariposas, hombres-plumas, hombres-espumas.
Yo sólo estuve con él, sólo cogí con él. Sólo estuve enamorada de él. ¿Estuve? Quizá el amor no sea absoluto. Asqueada. V en diferentes ángulos. Distintos movimientos de alas. Tan preciso. Es darle forma a un instante. Es dar un paso hacia un desierto que se puebla con ese paso. Va a ser llenar la vida de otras formas. Salir de la baba incesante, o bucearla. El transcurrir de las olas. Dejar de salir, ir a los pedos al boliche, hablar con las otras novias, entrar a la casa haciendo poco ruido y coger y estar exhausta y después mirarle los ojos al perro al amanecer, irme con el perro bajo los pinos mientras él duerme y siempre así, con las variantes tan sabidas.
Vendrán los hombres-niños y los hombres-agujas y los hombres-silencios. Yo seguro tendré silencio. Como éste. Y si hay otras formas de ir por ahí y de estar, de coger y de despertarse. Y debe haber hombres-lágrimas y hombres-panes. Y que miren a la nona. Un silencio plataforma, un espacio a recortar. Darle forma a un instante. Esto. Callar la paz de un silencio, a un silencio.
Y un cuarto creciente finito y transparente. Que pocos lo vean. La verdad, que buenos acrílicos.